Para los hermanos Zoila, Oswaldo, Mariela, Rodolfo y Esperanza el ahora Centro una Familia de Familias fue una bendición y una oportunidad de Dios para cambiar sus vidas y mantenerse juntos.
Los cinco hermanos primero fueron estudiantes y luego formaron parte de los colaboradores de la organización para ayudar a las familias, que como ellos necesitaban una mano amiga.
En el año 1982 los hermanos Chin migraron desde Azuay porque vivían una difícil situación familiar. Fue entonces que conocieron la labor del ahora Centro una Familia de Familias donde encontraron protección, cariño, enseñanza y además, les ayudó a permanecer juntos y que no sufran de una separación definitiva.
Los hermanos comentan que el Centro se convirtió en su hogar, “aquí pasábamos de seis de la mañana a ocho de la noche. Todo lo que necesitábamos para la vida, lo aprendimos aquí.”
Entre sus recuerdos de infancia y adolescencia, con mucha alegría, describen los momentos de juegos con los otros niños: “como en todo hogar compartíamos lo que teníamos: bicicletas, rompecabezas, ping pong. Jugábamos baseball y también fútbol, nos conocíamos entre todos, no había mucha rebeldía, había una inmensa familia en la que todos colaborábamos e incluso peleábamos por ayudar.”
También comentan que siempre les gustó mucho la forma de trabajo del Centro, pues había una preocupación y un acompañamiento permanente por la unión familiar “no solo acogían al niño que dormía en la calle, trataban de lograr la unión de su familia y mantener esa unión”.
Y además, señalan aprendizajes muy importantes “varias familias lograron tener su casita gracias a la enseñanza de la organización y el ahorro, al salir del Centro los jóvenes teníamos una cuenta y ahorros. Mejorábamos nuestra vivienda o estábamos ya en la capacidad de enfrentar una emergencia”.